jueves, 3 de diciembre de 2015

Un cuento de Josefa Prada integra la antología "El otro lado de las cosas"

POR LAS RAMAS

                                               "El tronco sostén, año tras año
cumple con ser más grueso para soportar
el peso de la copa y de la rama, ..."

Juana ensimismada repite “es una copa de oro el espinillo, y sigue, ”porque es áspera y fea, porque todas sus ramas son grises, yo le tengo piedad a la higuera”. A Juanita se le deslizan los mechones del cabello por su mejilla cada vez que se agacha a tomar de una en una, desde la pila de páginas, de dibujados árboles de distintas formas, una flor, una hoja pintada con preciosos detalles de nervaduras festoneadas. Las ramas y las sombras crecían.
En Juanita, el sufrimiento ante la muerte, se mostró en árboles. Le crecían de extrañas maneras, en la copa se remarcaban las ramas más gruesas año a año. Y ella, se valió de nuevas listas de poesías recitadas, "porque es áspera y fea, porque todas sus ramas son grises, yo le tengo piedad a la higuera". Estos dibujos que me da, han dejado de ser infantiles, para ser las ramificaciones que la muestran.
José, o sea yo, su padre, arquitecto, con algo de prestigiosa leyenda que nos rodea y se pega, había envejecido y conservaba, en mi caso, el orgullo de ese reconocimiento porque la habían difundido los compañeros albañiles con los que trabajé. Pero aquí, no estaba ni como profesional, ni como vecino, estaba como un padre que visita a su hija sentada en el sillón de la sala. Atrás de ella, la persiana y las cortinas velan la fuerza de la luz del verano. Para estas fechas, las visitas familiares nos saludábamos y nos reconocíamos sin preguntar mucho. Ya van varias navidades confraternizando, al igual que en esas otras fechas del año. Después de la muerte de mi hijo, vino el divorcio.
Además de constructor nato, que hizo su casa y plantó todos los árboles del parque, soy experto en prácticas y explicaciones acerca de las pérdidas. Mientras, bebemos en silencio jugo de naranja. Bebo con Juana, ella traga pacífica y ausente el suyo. Ha dejado de repetir “es una copa de oro el espinillo”. Bebe callada, delante de mí. Sólo hay un instante en el que nuestros ojos oscuros se contemplan, se estacionan, nos miramos enganchados en un mutuo autismo. No alcanzaron las terapias, ni las  internaciones, ni el turismo de consulta con los mejores profesionales del país. Ella retorna en su frágil coherencia sólo por minutos y me sonríe.
Estoy sentado dentro de la Clínica, obra de la cuál participé en parte de su diseño. En silencio le entrego su regalo. Libros, hermosos libros botánicos y lápices de colores acuarelados para Juanita. En ese mismo silencio, hemos pasado dando vuelta las páginas y mirando las ilustraciones, las dos horas de la visita, Juanita esta vez no recitó poesías nuevas. Y sus dibujos me parecen a mí, con cierto parentesco a los girasoles de Vicent.
Al finalizar el horario, la beso, se deja abrazar. Me dirijo a la salida saludo al personal del establecimiento y a los familiares más conocidos. Hace calor, me alejo, camino por la sombra de la vereda. Los árboles, tengan el nombre y la sombra que tengan, todos me lastiman. Vuelve ese resto de vértigo aturdido.
Todo pasa, y pasa sabiendo que la vida es otra cosa, también se me pasará este síntoma. Pasará el repetido instante de la hamaca en el patio de la casa querida, hogar hecho para lo que entonces fue mi linda familia. He charlado de esto con mi ex-mujer, durante las sesiones de hipnotismo surgió que Juana mecía la hamaca con la que se golpeó la nuca mi hijo menor, del golpe a la muerte. Desde ahí sé y se sabe, que la irracionalidad de la culpa tiene un peso contagioso, es la perpetuación que aún retuerce la psiquis de Juanita. El tronco sostén, año tras año cumple con ser más grueso para soportar el peso de la copa y de la rama, en donde yo había colgado la hamaca.




Por Juan Gelman

Talleristas de lo poético
en la intemperie inestable
el viento florece
búsquedas
mientras digo
cumplió.

Yo viví esas huellas
en el quiebre de los espejos
vaivenes
que no prescriben.

Juan es la brasa
honda
memoria herida
insistente magma
que incendia olvidos.

Por volcánicas laderas*
Sor Juana con Juan
unen cenizas y voz
se oye hombres necios
diferentes tiempos
ascendente compañía
en el mismo
virus del lenguaje.


*Las cenizas del poeta Juan Gelman (Buenos Aires, 3 de mayo de 1930 - México, D. F., 14 de enero de 2014), fueron esparcidas en la localidad mexicana de San Miguel Nepantla, cuna de la poetisa Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695), en cumplimiento de su voluntad, Juan descansa en las faldas de los volcanes (y no es una metáfora), falda de los volcanes mexicanos Ixtlazihuatl y Popocatepétl. Popocatepétl significa la montaña humeante, e Iztaccihualtl, la mujer dormida.




Josefa Prada, Argentina, nació en 1955 en Paraná, Entre Ríos. Desde 1974, habita en Buenos Aires y Baradero. Se graduó Cs. Antropológicas en la UBA.