POR LAS RAMAS
"El
tronco sostén, año tras año
cumple con ser más grueso para soportar
el peso de la copa y de la rama, ..."
Juana ensimismada repite “es una copa de oro el espinillo, y
sigue, ”porque es áspera y fea, porque todas sus ramas son grises, yo le tengo
piedad a la higuera”. A Juanita se le deslizan los mechones del cabello por su
mejilla cada vez que se agacha a tomar de una en una, desde la pila de páginas,
de dibujados árboles de distintas formas, una flor, una hoja pintada con
preciosos detalles de nervaduras festoneadas. Las ramas y las sombras crecían.
En Juanita, el sufrimiento ante la muerte, se mostró en árboles.
Le crecían de extrañas maneras, en la copa se remarcaban las ramas más gruesas
año a año. Y ella, se valió de nuevas listas de poesías recitadas, "porque
es áspera y fea, porque todas sus ramas son grises, yo le tengo piedad a la
higuera". Estos dibujos que me da, han dejado de ser infantiles, para ser
las ramificaciones que la muestran.
José, o sea yo, su padre, arquitecto, con algo de
prestigiosa leyenda que nos rodea y se pega, había envejecido y conservaba, en
mi caso, el orgullo de ese reconocimiento porque la habían difundido los
compañeros albañiles con los que trabajé. Pero aquí, no estaba ni como
profesional, ni como vecino, estaba como un padre que visita a su hija sentada
en el sillón de la sala. Atrás de ella, la persiana y las cortinas velan la
fuerza de la luz del verano. Para estas fechas, las visitas familiares nos
saludábamos y nos reconocíamos sin preguntar mucho. Ya van varias navidades
confraternizando, al igual que en esas otras fechas del año. Después de la
muerte de mi hijo, vino el divorcio.
Además de constructor nato, que hizo su casa y plantó todos
los árboles del parque, soy experto en prácticas y explicaciones acerca de las
pérdidas. Mientras, bebemos en silencio jugo de naranja. Bebo con Juana, ella
traga pacífica y ausente el suyo. Ha dejado de repetir “es una copa de oro el
espinillo”. Bebe callada, delante de mí. Sólo hay un instante en el que
nuestros ojos oscuros se contemplan, se estacionan, nos miramos enganchados en
un mutuo autismo. No alcanzaron las terapias, ni las internaciones, ni el turismo de consulta con
los mejores profesionales del país. Ella retorna en su frágil coherencia sólo
por minutos y me sonríe.
Estoy sentado dentro de la Clínica, obra de la cuál
participé en parte de su diseño. En silencio le entrego su regalo. Libros,
hermosos libros botánicos y lápices de colores acuarelados para Juanita. En ese
mismo silencio, hemos pasado dando vuelta las páginas y mirando las
ilustraciones, las dos horas de la visita, Juanita esta vez no recitó poesías
nuevas. Y sus dibujos me parecen a mí, con cierto parentesco a los girasoles de
Vicent.
Al finalizar el horario, la beso, se deja abrazar. Me dirijo
a la salida saludo al personal del establecimiento y a los familiares más
conocidos. Hace calor, me alejo, camino por la sombra de la vereda. Los
árboles, tengan el nombre y la sombra que tengan, todos me lastiman. Vuelve ese
resto de vértigo aturdido.
Todo pasa, y pasa sabiendo que la vida es otra cosa, también
se me pasará este síntoma. Pasará el repetido instante de la hamaca en el patio
de la casa querida, hogar hecho para lo que entonces fue mi linda familia. He
charlado de esto con mi ex-mujer, durante las sesiones de hipnotismo surgió que
Juana mecía la hamaca con la que se golpeó la nuca mi hijo menor, del golpe a
la muerte. Desde ahí sé y se sabe, que la irracionalidad de la culpa tiene
un peso contagioso, es la perpetuación que aún retuerce la psiquis de Juanita.
El tronco sostén, año tras año cumple con ser más grueso para soportar el peso
de la copa y de la rama, en donde yo había colgado la hamaca.
Por Juan Gelman
Talleristas de lo poético
en la intemperie inestable
el viento florece
búsquedas
mientras digo
cumplió.
Yo viví esas huellas
en el quiebre de los espejos
vaivenes
que no prescriben.
Juan es la brasa
honda
memoria herida
insistente magma
que incendia olvidos.
Por volcánicas laderas*
Sor Juana con Juan
unen cenizas y voz
se oye hombres necios
diferentes tiempos
ascendente compañía
en el mismo
virus del lenguaje.
*Las cenizas del poeta
Juan Gelman (Buenos Aires, 3 de mayo de 1930 - México, D. F., 14 de enero de
2014), fueron esparcidas en la localidad mexicana de San Miguel Nepantla, cuna
de la poetisa Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695), en cumplimiento de su
voluntad, Juan descansa en las faldas de los volcanes (y no es una metáfora),
falda de los volcanes mexicanos Ixtlazihuatl y Popocatepétl. Popocatepétl
significa la montaña humeante, e Iztaccihualtl, la mujer dormida.
Josefa Prada, Argentina, nació en 1955 en Paraná, Entre
Ríos. Desde 1974, habita en Buenos Aires y Baradero. Se graduó Cs.
Antropológicas en la UBA.